"PARAISO A LA DERIVA"



No sé qué o quién me hace caminar por el mundo esperando que lo encuentre; es más que Marlene esperando que dé el salto del otro lado del cigarrillo, es más que Londres o Ginebra o Atenas o Tel Aviv, es más que esa lenta armonía de tiempo y espacio que llamamos Asia, es más que el Islam, antes o después de la India, es más que China, continuándolos, es más que la madrugada excitada en Singapur.
No sé qué debo responder a los dioses que me llaman desde Lima o Milán, que me hunden en los barcos que se hunden, graciosamente, en los mares de la Tierra, que me llevan de la esperanza a la duda, dos puntas del mismo desvarío, que me hacen contar lo que me contaron; no sé. Estoy cansado de explicarme frente a los jóvenes en las universidades; ningún hombre puede bajar tanto, es como someterse a una mujer. Ellos no pueden juzgarme, no debo permitirlo; estoy cansado de la sinceridad, prefiero el ingenio. Oscar Wilde, creo, decía que la naturalidad es otra pose, y la más despreciable; totalmente de acuerdo, Facundo. Odio las sectas, que tienen la predilección del Diablo, que ama a la familia, el nacionalismo, los congresos y las asambleas, esas asociaciones pretenciosas e inútiles.
La sinceridad que defienden no es lo contrario de la mentira sino otra manera de ella; estoy cansado de ellos, de su inocente y castrante obsesión. Tampoco admito que el hipócrita lector sea mi juez. Harto de revelar secretos, de confesarme ante pecadores o virtuosos que nunca nacieron, sospecho que el perdón no existe porque no existe la condena. Dios no puede descender tanto. El talento vuela alto si obvia a la sinceridad, que es tan barata como la esquina del barrio que glorificamos para justificar nuestro miedo al presente y pánico al futuro.


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