Desde entonces, cuando yo quiero a mi vez expresarle mi amor de mujer -¡y quiero expresárselo permanentemente!- no encuentro tampoco una manera más pura ni más grande que la de ofrecerle un poco de mi vida, quemándola por amor a sus "descamisados".
Esto, por otra parte, es mi deber de gratitud para con él y para con ellos y yo lo cumplo alegremente, feliz, como se cumplen todos los deberes que impone el amor.